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10 lecturas recomendadas para niños de 3 a 6 años en medio de la crisis actual.

lecturas recomendadas para niños de 3 a 6 años

La actual circunstancia del  Coronavirus nos ha llevado a permanecer junto a nuestros hijos mucho más tiempo de lo normal. Acá te presentamos unas lecturas que pueden ayudarte en este momento, la mayoría se pueden conseguir Online.

Los libros que los niños pueden leer entre los 3 y los 6 años de edad marcarán de alguna forma la clase de lector que serán en un futuro y contribuirán a estimular su imaginación y a ampliar su vocabulario.

Para esta edad se recomienda escoger libros con tramas de fábulas, con personajes animados y que de alguna manera los obligue a “pensar”, tales como libros de aventuras o búsquedas.

Los especialistas en pedagogía recomiendan también que esta etapa se incentiven las lecturas con humor o que sacudan otro tipo de emociones: miedo, alegría, tristeza, temor. Es importante que comiencen a crear vínculos emocionales con los personajes y a comprender cómo esos vínculos son aplicables en la vida real.

Otra sugerencia para esta etapa es que los personajes vengan con roles muy marcados: los buenos, los malos, los trabajadores, los perseverantes, los valientes, los temerosos. Así también el niño comenzará a identificar ciertos valores, aprobará algunos y rechazará otros.

A continuación, hacemos una lista de 10 lecturas recomendadas para niños de 3 a 6 años:

 

1. ¿Qué pasa en el mundo?

Un cuento para pequeños (y no tan pequeños) sobre el Coronavirus

 

¿Qué pasa en el mundo?

Te estarás preguntando,

resulta que hay un virus que por ahí está dando.

lecturas recomendadas para niños de 3 a 6 años

 

Pero la buena noticia

es que se puede enfrentar,

si unas simples medidas

comienzas a practicar.

lecturas recomendadas para niños de 3 a 6 años

 

A cada momentito

lávate bien las manos,

por veinte segundos

como un gran cirujano.

lecturas recomendadas para niños de 3 a 6 años

¿Toser o estornudar?

¿Y no tienes dónde?

Pues hazlo al estilo

del famoso Conde.

lecturas recomendadas para niños de 3 a 6 años

Si te pica la cara

porque tienes comezón,

usa en vez de la mano

¡así sea un cucharón!

lecturas recomendadas para niños de 3 a 6 años

Cuando toque saludar,

ni abrazo ni beso,

saluda desde lejos

o sino con el codito.

lecturas recomendadas para niños de 3 a 6 años

“Tienes que compartir”

Te ha dicho a cada rato,

pero solo por ahora

no prestes ni el plato.

 lecturas recomendadas para niños de 3 a 6 años

Y lo más prudente,

mientras todo esto pasa,

es conservar la calma

y quedarnos en casa.

lecturas recomendadas para niños de 3 a 6 años

¿Qué pasa en el mundo?

Te estarás preguntando,

resulta que hay un virus

que nos está enseñando.

lecturas recomendadas para niños de 3 a 6 años

Que el tiempo disponible

podemos aprovechar

para estar en familia

y volver a conectar.

lecturas recomendadas para niños de 3 a 6 años

Que tenemos que cuidar

a nuestros abuelitos,

si no puedes verlos

llámalos un ratito.

lecturas recomendadas para niños de 3 a 6 años

Que con tantas pantallas

y famosos por montón,

hay héroes verdaderos

poniendo el corazón.

lecturas recomendadas para niños de 3 a 6 años

Que olvidemos fronteras,

con “unos” y con “otros”,

somos todos iguales,

somos todos “nosotros”.

lecturas recomendadas para niños de 3 a 6 años

Lo que pasa en el mundo

es un solo sentimiento,

saldremos de esto juntos

¡y no habrá mejor cuento!

lecturas recomendadas para niños de 3 a 6 años

Autor: Nacho Palacios

Ilustrado por: Leo Nieves

Editorial: Meollo Criollo

@meollocriollo

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2. Pinocho

En una vieja carpintería, Geppetto, un señor amable y simpático, terminaba un día más de trabajo dando los últimos retoques de pintura a un muñeco de madera que había construido.

Al mirarlo, pensó: ¡qué bonito me ha quedado! Y como el muñeco había sido hecho de madera de pino, Geppetto decidió llamarlo Pinocho. Aquella noche, Geppeto se fue a dormir deseando que su muñeco fuese un niño de verdad.

Siempre había deseado tener un hijo. Y al encontrarse profundamente dormido, llegó un hada buena y viendo a Pinocho tan bonito, quiso premiar al buen carpintero, dando, con su varita mágica, vida al muñeco.

 

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Al día siguiente, cuando se despertó, Geppetto no daba crédito a sus ojos: Pinocho se movía, caminaba, se reía y hablaba como un niño de verdad, para alegría del viejo carpintero.

Feliz y muy satisfecho, Geppeto mandó a Pinocho a la escuela. Quería que fuese un niño muy listo y que aprendiera muchas cosas. Le acompañó su amigo Pepito Grillo, el consejero que le había dado el hada buena.

 

lecturas recomendadas para niños de 3 a 6 años

Pero, en el camino del colegio, Pinocho se hizo amigo de dos niños muy malos, siguiendo sus travesuras, e ignorando los consejos del grillito. En lugar de ir a la escuela, Pinocho decidió seguir a sus nuevos amigos, buscando aventuras no muy buenas.

Al ver esta situación, el hada buena le hechizó. Por no ir a la escuela, le colocó dos orejas de burro, y por portarse mal, le dijo que cada vez que dijera una mentira, le crecería la nariz, poniéndosele además colorada.

Pinocho acabó reconociendo que no estaba siendo bueno, y arrepentido decidió buscar a Geppetto. Supo entonces que Geppeto, al salir en su busca por el mar, había sido tragado por una enorme ballena. Pinocho, con la ayuda del grillito, se fue a la mar para rescatar al pobre viejecito.

lecturas recomendadas para niños de 3 a 6 años

Cuando Pinocho estuvo frente a la ballena le pidió que le devolviese a su papá, pero la ballena abrió su enorme boca y se lo tragó también a él. Dentro de la tripa de la ballena, Geppetto y Pinocho se reencontraron. Y se pusieran a pensar cómo salir de allí.

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Y gracias a Pepito Grillo encontraron una salida. Hicieron una fogata. El fuego hizo estornudar a la enorme ballena, y la balsa salió volando con sus tres tripulantes.

Todos se salvaron. Pinocho volvió a casa y al colegio, y a partir de ese día siempre se comportó bien. Y en recompensa de su bondad, el hada buena lo convirtió en un niño de carne y hueso, y fueron muy felices por muchos y muchos años.

lecturas recomendadas para niños de 3 a 6 años

Autor: Carlo Collodi

Tomado de: Guiainfantil.com

Imágenes: Google imágenes

3. El elefante Bernardo

Había una vez un elefante llamado Bernardo que nunca pensaba en los demás. Un día, mientras Bernardo jugaba con sus compañeros de la escuela, cogió a una piedra y la lanzó hacia sus compañeros.

La piedra golpeó al burro Cándido en su oreja, de la que salió mucha sangre. Cuando las maestras vieron lo que había pasado, inmediatamente se pusieron a ayudar a Cándido.

Le pusieron una gran curita en su oreja para curarlo. Mientras Cándido lloraba, Bernardo se burlaba, escondiéndose de las maestras.

Al día siguiente, Bernardo jugaba en el campo cuando, de pronto, le dio mucha sed. Caminó hacia el río para beber agua. Al llegar al río vio a unos ciervos que jugaban a la orilla del río.

Sin pensar dos veces, Bernardo tomó mucha agua con su trompa y se las arrojó a los ciervos. Gilberto, el ciervo más chiquitito perdió el equilibrio y acabó cayéndose al río, sin saber nadar.

Afortunadamente, Felipe, un ciervo más grande y que era un buen nadador, se lanzó al río de inmediato y ayudó a salir del río a Gilberto. Felizmente, a Gilberto no le pasó nada, pero tenía muchísimo frío porque el agua estaba fría, y acabó por coger un resfriado. Mientras todo eso ocurría, lo único que hizo el elefante Bernardo fue reírse de ellos.

Una mañana de sábado, mientras Bernardo daba un paseo por el campo y se comía un poco de pasto, pasó muy cerca de una planta que tenía muchas espinas. Sin percibir el peligro, Bernardo acabó hiriéndose en su espalda y patas con las espinas. Intentó quitárselas, pero sus patas no alcanzaban arrancar las espinas, que les provocaba mucho dolor.

Se sentó bajo un árbol y lloró desconsoladamente, mientras el dolor seguía. Cansado de esperar que el dolor se le pasara, Bernardo decidió caminar para pedir ayuda. Mientras caminaba, se encontró a los ciervos a los que les había echado agua. Al verlos, les gritó:

– Por favor, ayúdenme a quitarme esas espinas que me duelen mucho.

Y reconociendo a Bernardo, los ciervos le dijeron:

– No te vamos a ayudar porque lanzaste a Gilberto al río y él casi se ahogó. Aparte de eso, Gilberto está enfermo de gripe por el frío que cogió. Tienes que aprender a no herirte ni burlarte de los demás.

El pobre Bernardo, entristecido, bajo la cabeza y siguió en el camino en busca de ayuda. Mientras caminaba se encontró algunos de sus compañeros de la escuela. Les pidió ayuda pero ellos tampoco quisieron ayudarle porque estaban enojados por lo que había hecho Bernardo al burro Cándido.

Y una vez más Bernardo bajó la cabeza y siguió el camino para buscar ayuda. Las espinas les provocaban mucho dolor. Mientras todo eso sucedía, había un gran mono que trepaba por los árboles. Venía saltando de un árbol a otro, persiguiendo a Bernardo y viendo todo lo que ocurría. De pronto, el gran y sabio mono que se llamaba Justino, dio un gran salto y se paró enfrente a Bernardo. Y le dijo:

– Ya ves gran elefante, siempre has lastimado a los demás y, como si eso fuera poco, te burlabas de ellos. Por eso, ahora nadie te quiere ayudar. Pero yo, que todo lo he visto, estoy dispuesto a ayudarte si aprendes y cumples dos grandes reglas de la vida.

Y le contestó Bernardo, llorando:

– Sí, haré todo lo que me digas sabio mono, pero por favor, ayúdame a quitar los espinos.

Y le dijo el mono:

– Bien, las reglas son estas: la primera es que no lastimarás a los demás, y la segunda es que ayudarás a los demás y los demás te ayudarán cuando lo necesites.

Dichas las reglas, el mono se puso a quitar las espinas y a curar las heridas a Bernardo. Y a partir de este día, el elefante Bernardo cumplió, a rajatabla, las reglas que había aprendido.

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Autor: Javier Moreno Tapia (México)

Tomado de: Guiainfantil.com

4. El niño y los clavos

Había un niño que tenía muy mal carácter. Un día, su padre le dio una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que perdiera la calma, clavase un clavo en la cerca del patio de la casa. El primer día, el niño clavó 37 clavos.

Al día siguiente, menos, y así el resto de los días. Él pequeño se iba dando cuenta que era más fácil controlar su genio y su mal carácter que tener que clavar los clavos en la cerca. Finalmente llegó el día en que el niño no perdió la calma ni una sola vez y fue alegre a contárselo a su padre. ¡Había conseguido, finalmente, controlar su mal temperamento! Su padre, muy contento y satisfecho, le sugirió entonces que por cada día que controlase su carácter, sacase un clavo de la cerca. Los días pasaron y cuando el niño terminó de sacar todos los clavos fue a decírselo a su padre.

Entonces el padre llevó a su hijo de la mano hasta la cerca y le dijo:

– “Has trabajo duro para clavar y quitar los clavos de esta cerca, pero fíjate en todos los agujeros que quedaron. Jamás será la misma. Lo que quiero decir es que cuando dices o haces cosas con mal genio, enfado y mal carácter dejas una cicatriz, como estos agujeros en la cerca. Ya no importa que pidas perdón. La herida siempre estará allí. Y una herida física es igual que una herida verbal. Los amigos, así como los padres y toda la familia, son verdaderas joyas a quienes hay que valorar. Ellos te sonríen y te animan a mejorar. Te escuchan, comparten una palabra de aliento y siempre tienen su corazón abierto para recibirte”.

Las palabras de su padre, así como la experiencia vivida con los clavos, hicieron que el niño reflexionase sobre las consecuencias de su carácter. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

 

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Autor: Desconocido

Tomado de: etapainfantil.com

Imagen: Google imágenes.

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5. Carrera de zapatillas

Había llegado por fin el gran día. Todos los animales del bosque se levantaron temprano porque ¡era el día de la gran carrera de zapatillas! A las nueve ya estaban todos reunidos junto al lago. También estaba la jirafa, la más alta y hermosa del bosque. Pero era tan presumida que no quería ser amiga de los demás animales, así que comenzó a burlarse de sus amigos:

– Ja, ja, ja, ja, se reía de la tortuga que era tan bajita y tan lenta.

– Jo, jo, jo, jo, se reía del rinoceronte que era tan gordo.

– Je, je, je, je, se reía del elefante por su trompa tan larga.

Y entonces, llegó la hora de la largada. El zorro llevaba unas zapatillas a rayas amarillas y rojas. La cebra, unas rosadas con moños muy grandes. El mono llevaba unas zapatillas verdes con lunares anaranjados. La tortuga se puso unas zapatillas blancas como las nubes. Y cuando estaban a punto de comenzar la carrera, la jirafa se puso a llorar desesperada. Es que era tan alta, que ¡no podía atarse los cordones de sus zapatillas!

– “Ahhh, ahhhh, ¡qué alguien me ayude!” – gritó la jirafa.

Y todos los animales se quedaron mirándola. El zorro fue a hablar con ella y le dijo:

– “Tú te reías de los demás animales porque eran diferentes. Es cierto, todos somos diferentes, pero todos tenemos algo bueno y todos podemos ser amigos y ayudarnos cuando lo necesitemos”.

Entonces la jirafa pidió perdón a todos por haberse reído de ellos. Pronto vinieron las hormigas, que treparon por sus zapatillas para atarle los cordones. Finalmente, se pusieron todos los animales en la línea de partida. En sus marcas, preparados, listos, ¡YA! Cuando terminó la carrera, todos festejaron porque habían ganado una nueva amiga que además había aprendido lo que significaba la amistad.

Autor: Alejandra Bernardis Alcain (Argentina)

Imagen: Google imágenes.

6. La gratitud de la fiera

Androcles, un pobre esclavo de la antigua Roma, en un descuido de su amo, escapó al bosque. Buscando refugio seguro, encontró una cueva y al entrar, a la débil luz que llegaba del exterior, el joven descubrió un soberbio león. Se lamía la pata derecha y rugía de vez en cuando. Androcles, sin sentir temor, se dijo:

– “Este pobre animal debe estar herido. Parece como si el destino me hubiera guiado hasta aquí para que pueda ayudarle. Vamos, amigo, no temas, te ayudaré”.

Así, hablándole con suavidad, Androcles venció el recelo de la fiera y tanteó su herida hasta encontrar una flecha clavada profundamente. Se la extrajo y luego le lavó la herida con agua fresca.

Durante varios días, el león y el hombre compartieron la cueva hasta que Androcles, creyendo que ya no le buscarían se decidió a salir. Varios centuriones romanos armados con sus lanzas cayeron sobre él y le llevaron prisionero al circo. Pasados unos días, fue sacado de su pestilente mazmorra. El recinto estaba lleno a rebosar de gentes ansiosas de contemplar la lucha. Androcles se aprestó a luchar con el león que se dirigía hacia él. De pronto, con un espantoso rugido, la fiera se detuvo en seco y comenzó a restregar cariñosamente su cabezota contra el cuerpo del esclavo.

– “¡Sublime! ¡Es sublime! ¡César, perdona al esclavo, pues ha sometido a la fiera!”, gritaban los espectadores.

El emperador ordenó que el esclavo fuera puesto en libertad. Sin embargo, lo que todos ignoraron era que Androcles no poseía ningún poder especial y que lo que había ocurrido no era sino la demostración de la gratitud del animal.

lecturas recomendadas para niños de 3 a 6 años

Autor: Karen Salcedo

Imagen: Google imágenes.

7. El más fuerte

Había una vez un niño llamado Luis que cada vez que estaba en el recreo de su escuela, trataba de maltratar a sus demás compañeros. Cada día la mamá recibía quejas y notas en un cuaderno, enviadas por la tutora de Luis.

La madre de Luis no sabía que hacer en realidad, pues ella trabajaba todos los días y llegaba a casa muy agotada con la esperanza de recibir alguna alegría de su amado hijo. Pero no siempre era así, lo cual la entristecía mucho.

Una mañana Luis vino a casa con el ojo morado, provoco una pelea en la escuela para demostrar que era muy fuerte y en realidad no lo era, era abusivo porque creía que eso le daba superioridad. En la dirección del colegio le hicieron entender a Luis y a su madre, que no saber controlar sus impulsos en realidad lo hacía débil como persona. Este niño aprendió en casa, de sus hermanos mayores.

Después de una larga conversación el niño entendió lo suficiente para empezar a dar cambios. Lo bueno de todo es siempre reconocer nuestras faltas para luego aceptar la ayuda necesaria. Su madre, empezó a llegar mas temprano a casa y los fines de semana Luis practicaba siempre un deporte favorito como la natación o el fútbol, controlaba cada vez su enojo e hizo buenos compañeros de juego.

 

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Autor: Paty Cuentacuentos

Imagen: Google imágenes.

8. Fip, el dragón sin fuego y sin llamas

Fip era un dragón diferente. No tenía el aspecto terrorífico de sus primos y hermanos. Siempre estaba alegre y de buen humor. Y no escupía fuego. Y es que Fip, al contrario que todos los demás dragones, tenía corazón. Era tan chiquitito que nadie sabía que lo tenía, y lo reservó para poder querer a un amigo.

Por miedo a que se le llenara un corazón tan pequeño, eligió hacerse amigo de una hormiga. Se sintió feliz teniendo una amiga, y resultó que aún le quedaba libre un pedacito de corazón. Lo usó para hacerse amigo de un ratoncillo, que tampoco lo gastó del todo, y detrás le siguieron un pájaro, una liebre, una oveja, un oso y otros animales. Fip empezó a sospechar que el cariño por sus amigos nunca llenaría su corazón, y dejó de preocuparse por su tamaño. Hizo tantos amigos como pudo y se convirtió en un dragón feliz.

Lo que no sabía Fip era que, igual que el odio encoge los corazones, el amor los agranda. Su corazón creció tanto que los demás dragones terminaron por descubrirlo. Llenos de rabia y envidia lo encadenaron para abrasarlo. Mientras las cadenas lo sujetaban para que no volara más que unos metros, decenas de dragones lo rodearon listos para lanzar sus llamas. Fip pensó en sus amigos y la pena que sentirían por él, y decidió luchar. Cerró los ojos y con todas sus fuerzas trató de lanzar la primera bocanada de fuego de su vida…

No lo consiguió. Él no escupía fuego. Pero un ruido como de agua le hizo abrir los ojos. A su alrededor los dragones miraban asombrados y empapados. De la boca de Fip había surgido un río más poderoso que el fuego de mil dragones. Sorprendido, volvió a intentar escupir agua, pero esta vez surgieron rayos que rompieron sus cadenas. Al tercer intento sopló un viento envuelto en aromas de flores que secó a los dragones y arregló el desastre causado por su río. Ante el asombro general, Fip siguió soltando por su boca todo tipo de regalos y bendiciones, tan poderosos que lo convirtieron en el rey de las montañas.

Así fue como los dragones descubrieron que tenían un corazón diminuto y lleno de ira que solo escupía fuego. Pero ahora, gracias a Fip, sabían que podía escupir cualquier cosa. Solo había que vaciarlo de odio y de rabia para poder llenarlo de amigos.

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Autor: Pedro Pablo Sacristán

Imagen: Google imágenes.

9. Las columnas de la tierra

Érase una vez un niño que siempre trataba a su madre con gritos e insultos, sin importarle lo mucho que esto la entristecía. Un día, sin saber cómo, despertó en un lugar inmenso y solitario, sentado sobre una roca de la que surgían cuatro columnas que parecían sustentar el mundo entero. Estaba allí solo, cuando al poco vio llegar una inmensa bandada de cuervos con picos de metal que se lanzaron contra la roca, picoteándola con fuerza. Cuando volvió a estar sólo, misteriosamente se abrió una puerta en una de las columnas, y de ella salió una niña simpática y preciosa.

-¿Has venido a ayudarnos? ¡qué bien! nos hace falta toda la gente posible.

El niño no comprendía, y viendo su extrañeza, la niña le explicó.

-¿Así que no sabes dónde estás? Esto es el centro de la tierra, estas columnas lo sujetan todo, y la piedra sobre la que estás las mantiene unidas

-¿Y a qué queréis que os ayude?- dijo el niño extrañado.

– Pues a cuidar la piedra, claro. Se te ve en la cara que eres la persona ideal-respondió la niña-.Los pájaros que has visto son cada vez más numerosos, y si no cuidamos esta piedra un día se romperá y todo se vendrá abajo.

– ¿Que se me ve en la cara?-exclamó el niño sorprendido-¡Pero si nunca he cuidado una piedra!

– Pero aprenderás a hacerlo, igual que hasta ahora no lo has hecho. Toma, mírate en este espejo- respondió la niña mientras le ponía un espejo frente a la cara.
Entonces el niño se vio reflejado
, y pudo ver claramente cómo su rostro parecía el de un pájaro, y su nariz comenzaba a estar metalizada. Quedó allí parado, asustado y preocupado, sin decir palabra.

– Todos esos pájaros fueron niños como tú y como yo-explicó la niña-pero ellos decidieron no cuidar este lugar. Ahora que son mayores, se han convertido en pájaros malvados que sólo lo destruyen. Hasta ahora, tú no has hecho mucho por cuidarlo, pero ahora que ya lo sabes, ¿me ayudarás a conservar todo esto? – dijo con una sonrisa mientras le tendía la mano.

El niño no terminaba de comprender todo aquello, pero entonces, al mirar de cerca las columnas, vio que cada una estaba hecha de miles y miles de figuritas representado los grandes valores: sinceridad, esfuerzo, honradez, generosidad…. Y al acercarse al suelo, comprobó que la enorme roca estaba formada por las diminutas historias de niños respetando a sus madres, abuelos, hermanos, ancianos… sobre la que los cuervos trataban de grabar escenas de gritos e insultos. Y junto a sus pies, pudo ver su propio dibujo, el de la última vez que había gritado a su madre. Aquella imagen, en aquel extraño lugar, le hizo ver que era el respeto lo que mantenía unidas las columnas de los valores que sostienen el mundo.

El niño, arrepentido, permaneció allí cuidando la roca durante días y días, con alegría y buenas obras, reponiendo el daño que causaba cada aparición de los pájaros, sin llegar a dormir un minuto. Así estuvo hasta que, agotado por el esfuerzo, cayó rendido.
Al despertar, volvía a estar en su casa, y no sabía si todo aquello había sido un sueño; pero de lo que sí estaba seguro, era de que ningún cuervo volvería a grabar un dibujo suyo gritando a su madre.

lecturas recomendadas para niños de 3 a 6 años

Autor: Pedro Pablo Sacristán

Imagen: Google imágenes.

 

10. Goldi, una princesa diferente

El mundo de los cuentos esperaba a su nueva princesa. Prepararon todo con esmero, pero no contaban con que fuera gordita. Nada de lo que habían preparado sirvió: ni los vestidos, ni el baile, ni las páginas del cuento, ni siquiera la historia de amor con el príncipe… nada. Pensaron que se trataba de un error, pero la máquina de crear princesas lo confirmó cien veces: Goldi era la princesa perfecta.

Volvió loco al sastre de palacio que, acostumbrado a lujosos vestidos de cinturita de avispa, no sabía cómo hacer ropa deportiva, pantalones o camisetas.

Volvió locas a las damas de la corte, cuando rechazó al guapísimo y admiradísimo príncipe azul preparado para ella, y se casó con un chico bajito y delgaducho, pero muy divertido.

Volvió locos a los generales del reino, cuando el país entró en guerra y, en lugar de esperar tranquilamente en palacio, decidió dirigir la batalla ella misma.

Volvió locos incluso a los escribanos, quienes tuvieron que buscar para su cuento un libro mucho más ancho en el que hubiera sitio para ella.

Pero aprovechó aquel libro tan gordo para llenarlo de historias y aventuras, de ocurrencias divertidas y frases sabias, de personas interesantes a las que conocer y de amigos y amigas fantásticos que nunca hubieran pensado que podrían aparecer en un cuento de princesas, porque jamás habrían entrado en libros tan delgados.

Y casi nadie lo sabía, pero el resto de princesas, guapísimas y delgadísimas, estaban aburridas de vivir siempre las mismas historias tontas de amor a primera vista en las que ellas nunca hacían nada interesante -entre otras cosas, porque esas historias simples eran las únicas que cabían en sus finísimos libros-. Por eso, cuando leían el cuento de Goldi, la princesa gordita, sentían la mayor de las envidias, y pensaban para sus adentros: esta sí que es una princesa perfecta.

lecturas recomendadas para niños de 3 a 6 años

Autor: Pedro Pablo Sacristán

Imagen: Google imágenes.

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