- Crianza, Pensamiento Crítico
- enero 9, 2024
- By Luis Carlos Castellanos
Colombia es una nación inmersa en una transición constitucional, marcada por la ruptura de la histórica relación entre el Estado y la Iglesia católica. La Constitución de 1991, al declarar oficialmente a Colombia como un Estado laico, simboliza un cambio significativo, alejándose de la era en la que la religión católica gozaba de privilegios civiles. Esta transformación constitucional sienta las bases para la controversia contemporánea en torno al lema policial “dios y Patria”.
El dilema sobre la inclusión del término “dios” en el lema policial, pareciera reflejar un intento estratégico de la policía por lavar la percepción negativa derivada de desafíos como la corrupción, constantes manzanas podridas (que dejaron de ser aisladas hace muchas décadas) y los abusos de derechos humanos. Sin embargo, la inclusión de un lema religioso plantea interrogantes sobre la genuinidad de esta medida como solución a los problemas sistémicos de la fuerza policial. La sociedad se encuentra dividida entre aquellos que ven esta decisión como un símbolo de rectitud moral y aquellos que la perciben como un intento superficial de desviar la atención de cuestiones más profundas.Colombia, una nación que ha pasado por transformaciones constitucionales muy fuertes, se encuentra en un estado en el que la historia se cruza con la modernidad, avanza en unos puntos pero es extremadamente retrógrada en otros campos. En el marco de la Constitución del 91, Colombia se declaró oficialmente como Estado laico, marcando un hito tras años y años de una relación corrupta entre el Estado y la Iglesia católica.
Desde la época de la Constitución de 1886, Colombia se definía como un país confesional, otorgando privilegios y responsabilidades civiles a la Iglesia católica. El vínculo innegablemente estrecho entre Estado e Iglesia se reflejaba en el preámbulo de la carta magna, que afirmaba: “En nombre de Dios, fuente suprema de toda autoridad”. Sin embargo, la Constitución de 1991 representó un cambio inmenso al reconocer que la libertad religiosa, igualdad de todas las confesiones y establecer una estricta separación entre Estado e iglesias.
El Camino hacia la Libertad Religiosa: La relación cercana entre la Iglesia católica y el Estado colombiano se remontaba a la Constitución de 1821, que consagraba la religión católica como la única válida. A lo largo de los años, las constituciones liberales de 1853 y 1863 introdujeron la libertad de cultos, pero la restauración conservadora en 1886 revivió la simbiosis entre Estado y religión católica, cuyos escándalos poco molestan a sus ovejas.
La Constitución de 1886 estableció la religión católica como la de la nación y otorgó a la Iglesia ciertos privilegios, incluido el control sobre la educación pública. Aunque se aseguraba que la Iglesia no sería oficial, se mantenían vínculos estrechos con el Estado. Este patrón continuó hasta la Constitución de 1991, que marcó un cambio significativo hacia la libertad religiosa y la separación definitiva.
El Papel de los Cristianos en la Transformación Constitucional: El camino hacia la libertad religiosa no fue fácil y estuvo marcado por esfuerzos persistentes, incluso antes de la Asamblea Constituyente de 1991. Durante la reforma constitucional de 1988-1989, los primeros intentos de reconocimiento de la libertad de cultos fueron liderados por la Confederación Evangélica. Sin embargo, la propuesta fue frustrada, y fue solo con la posibilidad de una asamblea constituyente que resurgieron los esfuerzos reformistas.
El Movimiento Unión Cristiana, liderado por Héctor Pardo, logró representación en la Asamblea Constituyente de 1991, marcando un hito al conseguir la inclusión de principios fundamentales como la libertad religiosa y la objeción de conciencia en la nueva Constitución.
La Deidad en la Constitución de 1991: Uno de los debates más intensos durante la Asamblea Constituyente se centró en la presencia de Dios en el preámbulo de la Constitución. Mientras que la tradición histórica incluía a dios como fuente suprema de autoridad, los constituyentes se enfrentaron a la pregunta de si esta inclusión era excluyente para aquellos que no compartían creencias religiosas por que los no creyentes, ateos o agnósticos existimos en Colombia y no somos tan minoría como muchos creen.
La propuesta inicial incluía la invocación de la protección de dios, pero algunos sectores argumentaron que esto podía excluir a los no creyentes. La discusión se centró en la diversidad pluricultural del país y la necesidad de respetar todas las creencias. A pesar de las tensiones, la Asamblea Constituyente optó por mantener a Dios en el preámbulo, pero limitando la invocación a la protección, evitando definir atributos específicos.
El Peligroso Motto
El lema “dios y Patria” adoptado por la policía colombiana suena inofensivo a primera vista, pero para aquellos que buscan una sociedad laica y equitativa, representa un conflicto directo con los principios fundamentales de un Estado democrático. Este lema, que debería ser neutral y representar a todos los ciudadanos, excluye y margina a aquellos que no comparten las creencias religiosas asociadas.
La Amenaza a la Separación de Estado e Iglesia
Colombia, una nación donde la fe católica y cristiana tiene profundas raíces, enfrenta el desafío de mantener un equilibrio entre la tradición religiosa y el respeto a la diversidad de pensamiento. Sin embargo, la inclusión de un lema religioso en una institución gubernamental socava directamente los principios de un Estado laico, un pilar fundamental de cualquier democracia moderna.
Impacto en los No Creyentes
Imagina ser un policía colombiano que no comparte las creencias religiosas asociadas con el lema institucional. ¿Cómo afecta esto a su sentido de pertenencia y aceptación dentro de la fuerza policial? La imposición de un lema religioso sobre un servicio público es, sin duda, una forma de presión y exclusión que afecta negativamente a aquellos que no se identifican con la fe promovida.
La imposición de un lema religioso en la policía colombiana no solo impacta a los agentes no creyentes, sino que también suscita inquietudes entre la población en general, especialmente entre aquellos que practican otras religiones o aquellos que optan por no seguir ninguna fe. Este lema no solo se manifiesta como un principio orientador para los policías, sino que también se convierte en un símbolo representativo de la institución. En consecuencia, las personas no creyentes y de otras creencias pueden experimentar una sensación de exclusión y alienación, percibiendo que la policía se adhiere a una cosmovisión religiosa específica.
Para los ciudadanos no creyentes, la presencia de un lema que alude a la relación con un ser divino puede generar desconfianza en la imparcialidad de la fuerza policial. La preocupación de que la institución esté vinculada a una cosmovisión religiosa particular puede afectar la percepción de justicia y equidad, erosionando la confianza en la imparcialidad de las fuerzas de seguridad. Además, para aquellos que practican otras religiones, la existencia de un lema específico puede comunicar un favoritismo institucional hacia una fe en particular, cuestionando la idea de un Estado laico que debería proteger la diversidad religiosa y garantizar la neutralidad en los servicios públicos.
Esta situación plantea preguntas fundamentales sobre la relación entre el Estado y la religión, destacando la importancia de mantener una separación clara entre ambas esferas. La aparente afiliación de la policía a un lema religioso puede dar lugar a percepciones de que el servicio público se alinea con una agenda religiosa específica, lo que puede generar inquietudes sobre la equidad y la imparcialidad en la aplicación de la ley. En última instancia, la imposición de un lema religioso en la policía no solo impacta la dinámica interna de la institución, sino que también afecta la confianza y la percepción de justicia por parte de la sociedad en su conjunto.
Abuso de Autoridad y la Constitución Colombiana
Este artículo no busca solo señalar una anomalía, sino también destacar que la inclusión de un lema religioso en la policía colombiana va en contra de los principios constitucionales de un Estado laico. La constitución garantiza la libertad de culto y la igualdad ante la ley, y la presencia de un lema religioso en una institución gubernamental contradice estos principios fundamentales.
En un país que busca la paz y la igualdad, es imperativo cuestionar la presencia de un lema religioso en una institución que debería representar y proteger a todos los ciudadanos. Los “borregos uniformados” no solo se refieren a aquellos que llevan el uniforme policial, sino a una sociedad que acepta pasivamente la mezcla entre Estado e Iglesia, ignorando los principios de pluralidad y respeto que deberían prevalecer en una democracia verdadera. Es hora de despertar y exigir un cambio que refleje la diversidad y la justicia que todos merecemos.
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